A principios de la segunda década del siglo veinte, América Latina y Europa estaban más cerca que nunca, unidas por la derrota. Ante la desolación, la forma y elucubraciones modernistas de Darío, Martí y compañía eran ilegibles, por ello se aceptan los postulados europeos de la mano de los latinoamericanos que allá residieron, como Huidobro para el creacionismo o Borges en el ultraísmo; a ellos se les une el estridentismo, que surge entre los años 1921 y 1927, e irrumpe con una serie de manifiestos que dan pie a la literatura contemporánea en México.
El estridentismo nace de la mano de Manuel Maples Arce, con los manifiestos publicados en Actual, y poco a poco se rodea de seguidores, como Kyn Taniya, List Arzubide, Arqueles Vela, Gallardo, entre otros, y toman elementos de corrientes vanguardistas de Europa, principalmente del Futurismo y lo mezclan con “mole de guajolote”. El estridentismo busca “La posibilidad de un arte nuevo, juvenil, entusiasta y palpitante, estructuralizado novidimensionalmente, superponiendo nuestra recia inquietud espiritual, al esfuerzo regresivo de los manicomios coordinados, con reglamentos policíacos, importaciones parisienses de reclamo y pianos de manubrio en el crepúsculo. La exaltación del tematismo sugerente de las máquinas, las explosiones obreriles que estrellan los espejos de los días subvertidos. Vivir emocionalmente. Palpitar con la hélice del tiempo. Ponerse en marcha hacia el futuro.” Como determinan en su segundo manifiesto estridentista. Abogan por los avances modernos y su repercusión social, ya sea la narración del cosmopolitismo y las metrópolis; la predilección tecnológica en forma (las metáforas estridentistas), como en fondo (los personajes), apoyando la frase de Marinetti: “un auto de carrera es más hermoso que la Victoria de Samotracia”, y aún más hermoso es la metrópoli, el telégrafo, el ascensor, el celuloide, los teléfonos, las locomotoras, los cláxones de los autos, los anuncios luminosos… entre un largo etcétera. Tan largo como las señoritas que deambulan en la novela de Arqueles Vela.
Arqueles Vela (1889-1978) escribió dentro del estridentismo tres relatos cortos: “La señorita etcétera” de 1922, “El café de nadie” y “Un crimen provisional” ambos de 1926, publicados por Ediciones de Horizonte en Jalapa, Veracruz. Vela fue el cultivador del cuento y la prosa estridentista, en diarios capitalinos como “El Universal Ilustrado”, donde un año después del inicio estridentista publica La señorita etcétera, la primera novela vanguardista hispanoamericana, y desaparecida de la historia literaria pues ese mismo año se publica La tierra baldía de Eliot, Ulises de Joyce y Trilce de César Vallejo. Aunque la fuerza narrativa sea menor que las tres obras contemporáneas, La señorita Etcétera reúne elementos destacables. Como bien dice Evodio Escalante, la novela “se trata de una prosa veloz, relampagueante, inusitada en el uso de los verbos, y que organiza el relato a través de cuadros o escenas de corta duración. Con este texto se inicia propiamente la narración fragmentaria.”
La narración fragmenta espacios y descarta tiempos precisos, por ello, la ciudad adquiere un punto determinante; los espacios conforman a los personajes, y a través de las locaciones se reconstruye la historia, cambia la realidad y el personaje se sumerge en una lucha indiferente contra la realidad, como en el expresionismo alemán.
"Cualquier ciudad me hubiese acogido con la misma indiferencia. En todas partes tendría que ser el mismo […] Me acostumbraría a vivir detrás de una puerta o en el hueco de una ventana. Sólo. Aislado. Incomprendido... Como no hablo más que mi propio idioma, nadie podrá comunicarse conmigo.”
El personaje es un solitario que siempre busca mas no encuentra; un ser que se pierde entre sus mapas imaginarios: en el cine, en el café, en el hotel, en la peluquería, en el tranvía, en cada lugar que el protagonista recorre, el espacio se convierte en parte del ser, pero la misma ciudad lo expele. Esta actitud la justifica Vela, al crear un personaje pueblerino que llega a una metrópoli. El vacío que experimentan los personajes, sólo es llenado por la transfiguración de la realidad.
"Bajo el azoramiento de las calles desveladas de anuncios luminosos, me dejaba estrujar por sus turistas, sus mujeres elegantes, sus “snobs” de la moda y del sistemático vagar por las aceras desenfrenadas."
Los estridentistas, al igual que los contemporáneos, se sumergen entre las calles adoquinadas de México y abandonan el campo revolucionario. Las metrópolis son su espacio y el constante peregrinar por sus calles los lleva a conformar la primera literatura urbana en México. Antes del siglo XX, la ciudad de México era una ciudad grande, poblada y cercada por el campo, después fue un centro cosmopolita, donde la gente caminaba
Aunque uno de los postulados estridentistas es la veneración de la urbe, en La señorita Etc., el protagonista-autor, habla del miedo a la mecanización, de la deshumanización, y en ello se aleja de la vanguardia mexicana, para centrarse en la alemana.
La ciudad se convierte en metrópoli por la gente, pero la maravilla se suscita por los avances tecnológicos, desde el telégrafo hasta el tren, de los coches ruidosos a los aviones invisibles, por todos los cambios vertiginosos de la ciencia y su aplicación cotidiana: Esta pasión estridentista por las máquinas se muestra en el siguiente pasaje de una forma precisa y preciosa, en el que compara el funcionamiento tecnicista con la descripción de la fisonomía, los sentimientos y las emociones de los personajes.
El orgasmo se esconde en amperes, se distribuye por hertz, y provoca espasmos eléctricos mucho mayores que cualquier sentimiento humano. En La señorita etcétera observamos la deshumanización, tan popular en la ciencia ficción de los años 50´s, y el enamoramiento en torno a la generalización. Para mostrar esto, Vela conforma una de las frases más despampanantes y terroríficas a la vez, de la literatura vanguardista, donde los adjetivos más precisos son los tecnocráticos.
Por este tipo de comparaciones, se considera a los estridentistas, como simples copias burdas de los futuristas, que adoraban la tecnología y la veían como la prolongación del hombre inteligente. Ello se cree porque Marinetti, al ser el primero en conformar una vanguardia, se erige como efigie transformadora, y sus postulados pasan a otras vanguardias. Uno de los postulados más repetidos determina que los retratos de la realidad son en movimiento.
Además, la velocidad de los trenes, de los cines, de los albores del siglo XX son conflictivos, porque dominan la esencia de la velocidad, nosotros nos centramos en la ansiedad por el instante perdido. Esta velocidad desfragmenta, porque en lugar de ver el todo ven una suma de instantes que no da pie al paisaje sino a la unión de símbolos cubistas que muestra la imagen como un mosaico, donde no hay anécdota, ni argumento, ni personajes delineados; pues se basan en una asociación de elementos imposibles de concretar, determinados por la lógica espacial, y vistos desde varios enfoques.
Si todo es prestidigitación, nunca descubrimos las esencias de la historia, ni el constante buscar del personaje, pero vislumbramos el inicio de la literatura irregular en México, una literatura atrevida que apuesta por la inteligencia del lector, sin concederle pausas, con cambios temporales-espaciales y creando esa rapidez que buscaban porque en un sueño de doscientos kilómetros que, como determina Schneider, “tiende a apresar una emoción intelectualizada con base en una libre asociación de imágenes, líricas desde todo punto de vista y sin ninguna relación descriptiva.”
Presentía sus miradas etc… sus sonrisas etc… sus caricias etc… Estaba formada de todas ellas…
Era la Señorita Etc.
Compleja de simplicidad, clara de imprecisa, inviolable de tanta violabilidad"
La señorita Etcétera, da pie a la literatura vertiginosa que se cosecha en los 50´s, y revoluciona una literatura que en momentos se aletarga. Esperemos que en estas épocas, los escritores convulsionen las letras latinoamericanas cargadas de sopor.
Bibliografía
VELA, Arqueles, “La señorita etcétera” en Luis Mario Schneider, El estridentismo o una literatura de la estrategia, CONACULTA, México, 1997.
Escalante, Evodio, “Ochenta años de la Señorita Etcétera” en Placeres permitidos, La Jornada semanal, 10 de marzo del 2002.
Schneider, Luis Mario, “introducción” en El estridentismo: La vanguardia literaria en México, UNAM, México, 1999
− El estridentismo o una literatura de la estrategia, CONACULTA, México, 1997.
Schwartz, Jorge et al., Las vanguardias latinoamericanas, Tierra firme, FCE, México, 2002.
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