domingo, 29 de junio de 2008

¿LOS DEMASIADOS LIBROS?

Epicuro recomienda con vehemencia la felicidad y el goce que conlleva la ignorancia por ello exhorta a sus alumnos “¡Huye, afortunado, a velas desplegadas de toda forma de cultura!” (Fragmentos, 9). Veinticinco siglos más tarde, en una región menos racionalista y mucho más irónica, Gabriel Zaid determina que por mucho que intentemos acercarnos a la cultura, la ignorancia seguirá incólume, protegida por una sobreexplotación del conocimiento y ante todo de la divagación ¿o de la divulgación?

¿Y para qué leer? ¿Y para qué escribir? Después de leer cien, mil, diez mil libros en la vida, ¿qué se ha leído? Nada. Decir: yo sólo sé que no he leído nada, después de leer miles de libros, no es un acto de fingida modestia: es rigurosamente exacto, hasta la primera decimal de cero por ciento. Pero ¿que no es quizás eso, exactamente, socráticamente, lo que los muchos libros deberían enseñarnos? Ser ignorantes a sabiendas, con plena aceptación. Dejar de ser simplemente ignorantes, para llegar a ser ignorantes inteligentes. (Zaid, 221)

Durante más de cuatro milenios, muchos hombres pudieron repetir la frase borgeana y se enorgullecieron de sus lecturas. Hoy en día, según Zaid, la gente no se enorgullece de lo que lee sino de lo que escribe. La gente lee no por el placer de la lectura sino por el estatus que conlleva. En algunas sociedades como la española no leer el best seller del año es perderse un tema de conversación, lamentablemente en México, esto no se ha logrado. La gente lee para poder criticar. Algunos grupitos leen y releen textos contrarios para poder criticarlos (positiva o negativa) o tener algún comentario que le permite posesionarse en su grupo humanístico, donde el conocimiento conlleva respeto. La gente lee para ser leída. Espacios como “La pluma de ganso” o The Poetry Book Club Golden Quill, editan, como premio al dinero desembolsado por una mala publicación, a sus suscriptores. La gente lee por poder. Mario Vargas Llosa, en una entrevista con Aguilar Camín, relataba que

(hubo) un manifiesto de casi toda la intelectualidad dominicana, que incluía a las figuras más eminentes, pidiendo el Premio Nobel de Literatura para la mujer de Trujillo, María Martínez, la Prestante Dama, como debía ser llamada por los periodistas, por dos libritos que le escribió, como todo el mundo sabía, un gallego exiliado, a quien por lo demás Trujillo mandó matar aquí en México. Toda la intelectualidad dominicana envió ese memorial que se exhibió a la entrada de la "Feria de la confederación de la paz y del mundo libre". (Nos mató la ideología, 2)

Pero, ¿realmente la gente lee?, ¿son demasiados libros?, ¿son pocos los lectores?, ¿son muy pocos los verdaderos libros?

Gabriel Zaid pone como ejemplo la relación entre aumento poblacional y editorial. En medio siglo casi se triplicó la población, superando los seis mil millones, en cambio el libro se cuadriplicó, lo que lleva a tener un millón de títulos anuales. Este aumento desproporcionado no refleja que seamos una sociedad lectora, la media del libro por persona al año lo demuestra, sino la inexplicable tala de árboles para libros que no deberían publicarse o autores que deberían elegir con sumo cuidado lo que publican. Así que o las editoriales comienzan con una severa crítica editorial más que económica, como propone Andre Schiffrin o alguna organización ecológica demanda a ciertos autores que no sólo dañan a la naturaleza sino también a sus lectores. ¿Quiénes son los autores que deben desaparecer, los géneros por exterminar? Eso lo determinará alguien con más sapiensa y mucho menos idea de libertad.

Lo único que no recapitula Zaid es que la enorme cantidad de libros sirve para la enorme cantidad de lectores. Yo no voy a leer un tratado de química, una novela rosa o estudio detallado sobre los asuntos políticos de la Prestante Dama ni de sus plebes; pero “periodistas” como Olga Wormat tienen más lectores que desconocidas joyas (para mí) como John Kennedy Toole.

Así que no son demasiados libros, son demasiados malos libros según yo, pero a los amantes de ciertos “malos libros” dirán que mis “buenos” libros no sólo son malos sino también aburridos. Así que las únicas dos formas de conservar la libertad estética es la sobre explotación del medio o la educación para saber cómo elegir. Como es más barata y pronta la primera, seguirá habiendo demasiados libros.

“La superación tecnológica del libro” es inobjetable. En cambio, “El costo de leer”, tiende a ser una sección que no refleja la realidad. Puede ser muy barato el libro, pero leer es una afición cara. Bien dice Zaid que comprar todos los libros publicados ese año costaría más 15 millones de dólares; ¡quince millones es mucho dinero! El problema es que los comerciantes, en este caso distribuidores y librerías, roban de forma despiadada, cobrando el 60 % sólo por exponer el libro y venderlo, lo cual lleva cuando mucho una semana en la sección de novedades y un par de meses en la mesa permanente, si tiene una la editorial, o en el stand de los libros perdidos. Al autor que durante varios años lucho con las palabras sólo le toca entre el 5 y el 10 por ciento. A la editorial que apostó por el autor y reunió un equipo para desarrollar el proyecto busca recuperar la inversión y un 4 % de ganancia. Es por estos grandes consorcios que no se puede crear una ley del libro, donde sea una justa pugna por los precios y no varíen entre expendedores ni mucho menos entre estados, porque todos sabemos que en provincia los libros valen más y se lee menos. Así que sí, los libros son caros para

[…] la gente verdaderamente culta (que) es capaz de tener en su casa miles de libros que no ha leído, sin perder el aplomo ni dejar de seguir comprando más.(Zaid, 217)

De la poesía como dice el albur infantil: “tú que eres poeta y en el aire las compones…”, si la gente no viera al hacedor de versos como un ser divinizado muchos que no pueden rimar ni un palíndromo dejarían en su casa esos versos amorosos espantosos, que siempre quieren publicar porque todos tienen el derecho de suspirar con sus verbos infinitivos y frases hechas. En cambio los grandes poetas no encuentran un público que sepa valorarlos.

Para crear una cultura del libro, primero la gente tiene que ver a la lectura como un premio no como un castigo infantil o un deber para no par(d)ecer encefalomierditis social. Entrar a una biblioteca, como si fuera un espacio del cual apoderarnos no un lugar peor que la enfermería. Por todo ello no sólo se deben adecuar las propuestas de Zaid en torno a la difusión del libro, sino también crear una cultura del libro como eje de la diversión y del aprendizaje. Falta mucho por hacer, pero ya que el gobierno no va a hacer nada, lo ha demostrado en todos los idiomas y regiones, hagámoslo nosotros.

Bibliografía:

Zaid, Gabriel, “Los demasiados libros” en Antología general, Océano, México, 2004.
Vargas Llosa, Mario, “
Nos mató la ideología” en Nexos, México, 2000.

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